Tabernáculo Central
Una Iglesia para Todos
¿En qué creemos?
Somos una Iglesia Cristiana, Bíblica y Bautista.
Nuestra fe se fundamenta únicamente en la Palabra de Dios, no en credos humanos. Estos son los pilares esenciales de nuestra doctrina.
Creemos en un solo Dios vivo y verdadero, Creador y Señor del universo. Se revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas en perfecta unidad.
Es soberano y amoroso, actúa con gracia y se manifiesta como Padre de todos los que creen en Cristo.
Jesucristo es el eterno Hijo de Dios, nacido de María virgen por obra del Espíritu Santo. Vivió sin pecado, murió en la cruz para redimirnos, resucitó con poder, ascendió al cielo y volverá en gloria. Es el único Mediador entre Dios y el hombre y habita en cada creyente como Señor vivo.
Creemos en el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad. Él inspiró las Escrituras, convence al ser humano de su necesidad de salvación y lo regenera. Mora en cada creyente desde su conversión, lo fortalece, guía, capacita para servir y le concede dones espirituales. Su presencia garantiza la redención final y guía a la Iglesia en su misión.
Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada, infalible y autoritativa. Es el tesoro supremo de verdad divina, cuyo propósito es la salvación en Cristo. Es la norma de fe y conducta, y debe interpretarse a la luz de Jesús, bajo la guía del Espíritu Santo.
Creemos que el hombre fue creado por Dios a su imagen, con dignidad y libre albedrío. Por el pecado, perdió su estado original y heredó una naturaleza caída. Solo por la gracia de Dios puede reconciliarse con Él y vivir conforme a su propósito.
Creemos que la salvación es la obra redentora de Dios que libera al ser humano del pecado y lo restaura para cumplir su propósito. Se recibe por gracia, mediante la fe en Jesucristo como Señor y Salvador. Abarca tres etapas:
Dios ofrece su gracia a toda persona, llamando a la salvación a quienes invoquen su nombre. Esta gracia libera, perdona, transforma y sostiene al creyente hasta el fin. Por su poder, los redimidos perseveran y crecen hacia la madurez espiritual.
• Regeneración: el nuevo nacimiento por obra del Espíritu Santo.
• Santificación: el proceso continuo de crecimiento en santidad.
• Glorificación: la consumación final y eterna del redimido.
Creemos que el Reino de Dios es su gobierno soberano sobre quienes se someten a Él en fe. Se manifiesta en la historia, transforma vidas y será consumado con el regreso glorioso de Jesucristo. Como Iglesia, oramos y trabajamos para que su Reino se haga visible en la tierra.
Creemos que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, formado por todos los redimidos. En su expresión local, es una comunidad de creyentes bautizados que se unen voluntariamente para vivir, enseñar y proclamar el evangelio. Observan las ordenanzas de Cristo, ejercen sus dones, se edifican mutuamente y cumplen la misión de llevar el mensaje de salvación al mundo. Cada iglesia local es autónoma, guiada por el Espíritu Santo y sujeta al señorío de Cristo.
El bautismo es un acto de obediencia que simboliza la muerte al pecado y la nueva vida en Cristo. Se realiza por inmersión, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es requisito para la membresía y participación en la Cena del Señor. La Cena del Señor es un acto conmemorativo mediante el cual se recuerda la muerte de Cristo, se afirma la unidad del cuerpo y se proclama su retorno.
Creemos que adorar a Dios es un deber y un privilegio. La adoración debe ser en espíritu y en verdad, expresada en forma libre, reverente y ordenada. Incluye lectura bíblica, cantos, oraciones, ofrendas, testimonio y predicación. Los cultos públicos deben glorificar a Dios, edificar a los creyentes y ser testimonio vivo del evangelio.
El primer día de la semana es el Día del Señor, reservado para adorar a Dios y dedicarse a la devoción personal y comunitaria, celebrando la resurrección de Cristo y descansando de las labores habituales.
Creemos que todo creyente tiene el deber y privilegio de proclamar el evangelio. Cristo nos envió a hacer discípulos en todas las naciones, por lo que cada cristiano debe esforzarse por ganar almas y colaborar con otros en esta misión, utilizando métodos fieles al mensaje de salvación.
El cristiano debe reflejar su fe con una vida íntegra, comprometida con la justicia, la paz y el amor. Rechaza el egoísmo y busca hacer el bien en todo lugar, siendo luz y ejemplo en medio de la sociedad.
Todo lo que poseemos proviene de Dios. Por ello, el creyente debe servirle con su tiempo, dones y recursos. La iglesia se sostiene mediante las ofrendas voluntarias de sus miembros, quienes dan con gozo y responsabilidad para la obra del Reino.
Los creyentes deben amarse, apoyarse y corregirse con amor. La disciplina, ejercida con espíritu redentor, busca restaurar al hermano. La iglesia no debe recurrir al poder civil en asuntos espirituales, pues ha sido llamada a actuar con gracia y autoridad bíblica.
El cristiano busca influir positivamente en su entorno, actuando con justicia, amor y verdad. Trabaja por el bien común, ayuda al necesitado y se compromete con una participación social ética, sin comprometer su fidelidad a Cristo.
Sólo Dios es Señor de la conciencia. Cada persona tiene el derecho de responder libremente a Él. La iglesia y el Estado deben estar separados. El Estado debe garantizar libertad religiosa sin favorecer credos, ni intervenir en asuntos espirituales.
Creemos que Cristo volverá gloriosamente. Todos los muertos resucitarán y serán juzgados con justicia. Los redimidos vivirán eternamente con Dios, mientras que los que rechazaron la salvación sufrirán condenación eterna.