Hay momentos en la vida cristiana en los que todo parece desordenarse de un día para otro. La paz se esfuma, los pleitos aparecen y las actitudes cambian sin darnos cuenta. Pensamos que estamos bien, pero nuestras palabras hieren y nuestra fe se debilita. ¿Qué pasó? Se nos metió el chamuco en el corazón. Y cuando le dejamos la puerta abierta al enemigo, el fruto del Espíritu deja de verse en nosotros.
El apóstol Pablo nos recuerda en Gálatas 5:22-23 que el Espíritu Santo produce amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Si estos frutos no están brotando, es señal de que algo anda mal espiritualmente. El enemigo trabaja en lo oculto, en la mente, en los pensamientos. Nos hace justificar nuestro mal carácter y nuestra falta de dominio propio. Sin darnos cuenta, dejamos de parecernos a Cristo para parecernos más al mundo.
Cuando lo negativo toma control, comienzan los pleitos, las envidias y las divisiones. Nos volvemos personas hirientes, duras y orgullosas. Empezamos a ver enemigos en lugar de hermanos. El corazón se llena de rencor, y la desobediencia se vuelve un estilo de vida. La tristeza y el desánimo toman terreno. Allí ya el enemigo ha ganado una batalla: nos alejó del propósito de Dios y de la comunidad de fe.
Pero Dios no nos deja en ruina. Efesios 4 nos invita a despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo, creado según la santidad de Dios. Volver al camino correcto no es complicado: se llama arrepentimiento. Es reconocer que abrimos puertas que no debíamos, es confrontar nuestro pecado y pedir al Espíritu Santo que nos gobierne otra vez. No se trata de emociones, sino de obediencia diaria a la voz de Dios.
Si identificas que tu fruto ya no es espiritual sino carnal, todavía hay esperanza. Cristo no vino a condenarte, sino a restaurarte. El enemigo entra cuando dejamos de orar, de perdonar, de servir y de amar. Pero también huye cuando volvemos al Señor, cuando nos humillamos y buscamos la unidad del Espíritu. Hoy es día de cerrar la puerta, limpiar la casa y volver a producir el fruto de Dios.
Del escritorio de Toby Jr.

Leave a Reply