Eran las 10:30 de la noche de un miércoles lluvioso en San Salvador, cuando por medio de una Red Social llegó un mensaje a mi teléfono móvil donde reportaba el avistamiento de una unidad de transporte con algunos distintivos de nuestra congregación Evangélica, en una zona conocida por la venta y tráfico de drogas; la persona que envió el mensaje pidió conservar su anonimato, pero me aclaró que en esa colonia la gente hablaba muy mal de nuestra amada iglesia por la conducta de algunos hermanos que ya no seguían en plena comunión con Dios en su vida diaria.
Al recibir dicho mensaje donde describían la unidad y compartían hasta el número de matrícula del camión, le pedí discreción y unas horas para poder averiguar qué estaba pasando en dicho lugar, no transcurrió ni una hora cuando supimos del asesinato del conductor de dicho vehículo, el cual se hacía acompañar de otro individuo a quien no conozco por nombre; que dolorosa fue la noticia ver a un padre de familia, abnegado maestro, gran servidor y gran amigo morir de esa forma.
La muerte le sorprendió en el momento que él menos esperaba, fueron dos impactos de bala en el tórax según el reporte policial, el acompañante corrió con la misma suerte quedando a unos diez metros de distancia de su gran amigo y colega según narran los vecinos, los testigos afirman que unos sujetos en motocicleta les confrontaron y ellos se echaron a correr, huyendo de este acto de violencia no logrando burlar la cita que tenían con la muerte.
Qué dolor para la familia, qué dolor para los amigos cercanos, qué dolor para sus padres y qué dolor para el Señor de ver a su hijo tendido en la calle sin vida a causa de las malas decisiones que tomó mientras vivía. Amigos, esta cita la tenemos todos programada; la cita con la muerte es una realidad, sería bueno estar preparados con la seguridad de nuestra Salvación eterna, para ello debes escoger el mejor y único camino Jesús.
Tengo fe que el día del juicio veré a nuestro compañero y podré consultarle qué fue lo que realmente sucedió, pero mientras tanto no me queda más que honrar su memoria y cuidar de sus hijos y esposa hasta que Dios nos de vida; brindarles educación y consuelo, darles eso que su padre nunca más podrá hacer por ellos y con esto me refiero a predicar el Evangelio con mayor ahínco para que todo aquel que en Jesús cree no se pierda más tenga vida Eterna.
Que la muerte no te sorprenda, acepta a Jesús como tú Señor y Salvador personal, pues todo el que en Él cree no es condenado pero el que no cree ya ha sido condenado por rechazar al unigénito hijo De Dios.