La compasión

La compasión

En un mundo marcado por el individualismo y la indiferencia, la compasión se alza como una virtud indispensable y urgente. Es más que un simple sentimiento; es una forma de vida que refleja el carácter de Cristo.

En Mateo 9:35-38 encontramos una escena profundamente conmovedora: Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del Reino, y sanando toda dolencia y enfermedad. Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor. En ese instante, Jesús no sólo observó la necesidad, sino que fue movido por ella. Su corazón sintió la carga del abandono, del dolor, del extravío. Y entonces dijo a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.

La compasión fue el motor de su ministerio. No fue un impulso emocional pasajero, sino una convicción firme que lo llevó a actuar, a entregar su tiempo, su energía y su vida por los demás.

La compasión, desde su raíz latina “compati”, significa “sufrir con”. No se trata solo de empatía o misericordia, sino de una entrega profunda que une el corazón del que sufre con el corazón del que ama. En la Biblia, la compasión es un atributo divino, y por tanto, debe ser un rasgo esencial en quienes se dicen seguidores de Jesucristo.

La compasión nos mueve a recorrer caminos, a enseñar y a modelar el Evangelio, una característica que el Señor manifestó a lo largo de su ministerio. Nos impulsa también a entrar en lugares que muchos evitan, tal como Él lo hizo.

Nos lleva a predicar, como lo hizo Jesús, anunciando con valentía el mensaje de salvación, repitiendo con amor las verdades del Reino y expresando la gracia de Dios a todo aquel que escuche.

La compasión también se manifiesta en la capacidad de sanar, como lo vemos en Mateo 14, donde Jesús sanaba a los enfermos.

No podemos hablar de compasión sin mencionar la empatía, que en Mateo 15:32 se muestra cuando Jesús entiende el hambre y el cansancio de la multitud, esperando con paciencia y comprendiendo su fragilidad humana.

Finalmente, la compasión, entonces, no es un accesorio del carácter cristiano. Es su esencia. Dios ha tenido compasión de nosotros: nos vio perdidos, heridos, vacíos, y no pasó de largo. Nos recogió, nos sanó, nos amó. Ahora nos toca a nosotros mirar al mundo con los mismos ojos. Nos toca llorar con los que lloran, caminar con los que no pueden avanzar solos, hablar por los que no tienen voz y amar como Él nos ha amado.

El llamado está vigente: la mies es mucha, los obreros aún son pocos, y la compasión sigue siendo la fuerza que puede transformar al mundo. Entonces, una vez más, la pregunta queda en el aire ¿Qué te mueve?

Del escritorio de Toby Jr.

 

 

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