El pecado promete placer, pero siempre deja heridas. Pablo advierte en 1 Corintios 6:9-10 que quienes persisten en el pecado, sin arrepentimiento, no heredarán el Reino de Dios. No se trata de condenar, sino de volvernos a Cristo y ser transformados por su gracia.
Todos hemos pecado (Romanos 3:23), pero Dios nos ofrece perdón si confesamos nuestras faltas (1 Juan 1:9). El pecado no es nuestro destino final; Dios desea restaurarnos y guiarnos a una vida nueva, libre de culpa y condenación.
El pecado trae consecuencias. Rompe relaciones, destruye oportunidades y aleja las bendiciones. Nos estanca, nos hace vivir en escasez y nos separa de la presencia de Dios. Encubrir el pecado solo nos conduce a más dolor.
Dios nos llama a confesar y apartarnos. Su misericordia es para quienes deciden dejar atrás la vida de desobediencia. Vivir en santidad no es una carga, es el camino a la libertad, la paz y la bendición de Dios.
Hoy es el día para alejarnos del pecado y experimentar la gloria y el respaldo del Señor. Solo en Cristo encontramos perdón, restauración y una vida plena.
Del escritorio de Toby Jr.
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