Cuando Dios bendice, bendice a la medida; no te anticipes a sus tiempos.
Recuerdo en mi infancia haber querido forzar un par de zapatos de tal manera que me hice daño al hacerlo. ¡No lo vuelvo a intentar!
Resulta que mi amigo de infancia Ernesto, a quien de cariño de llamábamos Neto, tenía un poder adquisitivo muy superior al de mi familia; su padre un era prominente abogado de la república y su madre una mujer emprendedora dueña de muchos negocios, entre ellos un almacén llamado “Más por Menos”.
Este amigo gozaba de muchos privilegios que nosotros en la época no conocíamos, entre ellos la abundancia de alimentos y otras cosas; la abundancia en su casa era tal que cada día nos regalaba una gaseosa a cada uno del grupo de los amigos que conformábamos la colonia, éramos seis en total, y aún recuerdo algunos de nombres: Ricardo, Carlos, Juan,
Rodrigo, Ernesto, y Yo.
En esa época los tenis de moda en El Salvador eran de marcas accesibles para todos como ADOC, Pelé, Trotters entre otros. Esas eran las marcas populares, pero mi amigo Neto tenía tenis Adidas de última generación, los recuerdo muy bien, ya que eran color blanco con franjas celestes a los lados, muy llamativos para la época y también inalcanzables para el bolsillo de mis padres.
Un día mi padre estaba por salir a su rutina de ejercicios diarios, los cuales realizaba en el estadio de la ciudad, el Estadio Flor Blanca. Le pregunté si podía acompañarle, a lo cual respondió con alegría que sí, pero lo que no le comenté es que no tenía zapatos para correr en la pista del estadio. En ese mismo momento pensé en Neto y recordé sus tenis, así que fui a su casa, ya que vivía al lado mío, y le pedí si me prestaba sus zapatos de deporte para poder acompañar a mi papá al estadio,
él amablemente accedió y me los entregó de inmediato. Yo estaba feliz y listo para mi primera experiencia con mi papá corriendo en el estadio. Fue una experiencia inolvidable, la pasamos súper bien y salí más que cansado de dicha rutina.
El problema surgió cuando me quité los zapatazos prestados; me habían dañado los dedos y talones. La razón era obvia, los zapatos no eran de mi talla pero a pesar de ello decidí usarlos para no perderme el privilegio de correr con mi papá en el estadio Flor Blanca; las lesiones se me complicaron por muchos días y no toleraba ni siquiera el agua en el área dañada.
Amigo, hay cosas que no son a tu medida, si insistes en utilizarlas te pueden complicar la vida y tus proyectos inmediatos, no insistas cuando sabes que no son de tu talla. Deja que el tiempo te permita adquirir algo a tu medida sin tener que forzar las cosas. Forzar las cosas solo causará dolor, incomodidad, ardor, y aflicción.
Recuerda, cuando Dios bendice, lo hace a la medida.
Del escritorio de Toby Jr.
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