Si fuéremos infieles, él permanece fiel;
Él no puede negarse a sí mismo.
2 Timoteo 2:13
La vida está compuesta de diferentes etapas; es un viaje extraordinario. Las mejores etapas sin lugar a duda para mí fueron las de la infancia. Nadie nació odiando, éramos felices y nada nos preocupaba; todo parecía estar bien a pesar de las circunstancias que la familia estuviera atravesando.
Los alimentos llegaban a la mesa después de una oración, jamás nos preocupamos por entender de dónde llegaban, las mensualidades de la casa y del colegio siempre estaban a tiempo sin nosotros conocer el esfuerzo que nuestros padres hacían; las vacaciones de fin de año estaban garantizadas.
¡Qué buenas etapas aquellas!, todo parecía estar bien. Luego de llegar a los doce años, nos dimos cuenta de que los perros no son trompudos por andar silbando, nos dimos cuenta de que los pájaros no vuelan por tener un motor en la cola, nos dimos cuenta de que la vida es injusta y muchas veces ingrata.
Al llegar los 18 años las cosas cambiaron de color, las responsabilidades de estudiar una carrera universitaria nos llenaron de angustia, la separación del primer grupo de amigos se había dado sin notarlo. Unos salieron del país para sus estudios, y otros se quedaron sin estudiar ya que los promedios no les daban para una beca.
Crecimos tan rápido que parece que fue ayer cuando nos daban el premio por asistencia al Kínder, y formamos parte del cuadro de honor; pero de repente la gente que amas, la gente en la cual confías también toma su propia ruta de vida; ya sea por formar una familia o por sus compromisos de trabajo, y es allí donde te das cuenta que nada es eterno, que todos se van.
En esta etapa es donde experimentamos mayor dolor, con la ausencia de aquellos en quienes depositaste tu absoluta confianza y cariño, pero ojo, eso no les hace malas personas, aunque sí nos dejan un gran vacío en el corazón. Esas conversaciones y locuras desaparecen de un día para el otro, y ese tiempo que era tuyo ahora les pertenece a otros. En fin todos se van.
Ahora me pregunto: ¿Qué hacer cuando todos se van?
Pues número uno: entender que nada es para siempre, aceptar que el tiempo que ellos te dieron será por siempre valorado y agradecido, entender que no es que ellos sean malas personas pero ellos también tienen planes de vida y en esos planes no estas tú. Todos se van.
Demos gracias a Dios por esos que vendrán, y a pesar de que no te sientas con deseos de conocer a nadie nuevo en tu vida; será necesario y esto no lo digo yo, lo dice la Biblia en el libro de génesis: “No es bueno que el hombre esté solo”. Este vacío que hoy experimentamos está cortado a la medida de Dios y de su amor por nosotros. Recuerda: todos se van pero Dios permanece fiel.
Demos gracias por nuestros amigos, demos gracias por su tiempo a nuestro lado, demos gracias por todo lo que hicieron por y en nosotros en ese específico periodo de tiempo; pero por favor recuerda, nada es para siempre; TODOS SE VAN.
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