Vivimos en un mundo acelerado donde la espera se percibe como pérdida de tiempo. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña que saber esperar no es una señal de debilidad, sino de madurez espiritual. Isaías 40:31 declara: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” Esperar en Dios es recibir nuevas fuerzas, renovar la esperanza y seguir avanzando con paz.

Esperar en el Señor no significa quedarnos con los brazos cruzados. Significa confiar, aunque no veamos resultados inmediatos, creyendo que Dios está obrando en lo invisible. A través de la espera, Él moldea nuestro carácter, fortalece nuestra fe y nos enseña a depender completamente de Él. La paciencia no es pasividad; es la certeza de que el tiempo de Dios es perfecto y nunca llega tarde.

Uno de los mayores errores al enfrentar la espera es apresurarse a tomar decisiones sin consultar a Dios. La ansiedad nos empuja a buscar atajos, pero estos solo nos alejan del propósito divino. La historia de Abraham, David y José nos recuerda que todo lo que se construye en obediencia y paciencia tiene una base firme. Las romesas de Dios requieren fe, pero también tiempo.

Cuando esperas en Dios, Él te entrena en confianza, en perseverancia y en humildad. Cada oración, cada lágrima y cada día de silencio tiene un propósito. El Salmo 40:1 dice: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.” Así como el salmista, tú también verás el fruto de tu espera si permaneces firme. Dios no olvida a los que confían en Él.

Saber esperar es confiar en que el cielo tiene su propio ritmo. No te desesperes si no ves aun lo que esperas. Recuerda: mientras tú esperas, Dios trabaja. La espera no es tiempo perdido, es terreno fértil para la fe. Él te dará alas como el águila, nuevas fuerzas para correr sin cansarte, y gracia para seguir adelante. Aprender a esperar en Dios es aprender a vivir en victoria.

Del escritorio de Toby Jr.