Todos los creyentes deben desear imitar los rasgos de carácter de Jesús a través del poder del Espíritu Santo. Aquellas cosas que atrajeron a la gente a Jesús deberían ser las mismas cosas que atraen la gente a nosotros.
Hace poco nuestra iglesia tuvo el privilegio de ordenar a varios hombres para el ministerio del evangelio. Estas ocasiones siempre me recuerdan mi propia ordenación: tanto los privilegios como los retos que acompañan al ministerio pastoral.
Este culto en particular fue muy especial para mí, ya tuve que pararme frente al espejo de la palabra de Dios, la Biblia, y ver si realmente estoy reflejando el perfil de Jesús en cada una de mis acciones.
Jesus, aunque Él era «sin atractivo para que le deseemos…» (Isaías 53:2), fue su personalidad la que atrajo a los hombres hacia Él. Era un hombre de gran carácter.
Jesús tenía una naturaleza COMPASIVA. Tuvo compasión de las multitudes «porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor» (Mateo 9:36).
Gracias a su compasión, sanó sus enfermedades (Mateo 14:14; 20:34), y por el hambre que tenían, fue capaz de alimentar a grandes multitudes al menos en dos ocasiones (Mateo 14:13-21; 15:29-39).
Jesús mostraba FIRMEZA y ENFOQUE. Tenía una misión en la vida y jamás se desvió, consciente de su importancia y la brevedad del tiempo.
Su actitud era la de un SIERVO. Él «no vino para ser servido, sino para servir» (Marcos 10:45). La BONDAD y la ABNEGACIÓN caracterizaron su personalidad.
Jesús fue SUMISO a la voluntad de su Padre cuando vino a la tierra y posteriormente fue a la cruz. Sabía que morir en la cruz era el único pago que su Padre podía aceptar por nuestra salvación.
La noche en que Judas lo traicionó, oró: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).
También era un HIJO sumiso a María y José. Creció en un hogar normal (pecaminoso), sin embargo, Jesús «fue obediente» a sus padres (Lucas 2:51).
Fue OBEDIENTE a la voluntad del Padre. «Por lo que padeció aprendió la obediencia» (Hebreos 5:8). «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:15).
Jesús tenía un corazón MISERICORDIOSO y PERDONADOR. En la cruz, oró: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Jesús era AMOROSO en sus relaciones.
Por ejemplo, Juan 11:5 dice: «Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro» (Juan 11:5). Juan se refirió a sí mismo como el discípulo «a quien Jesús amaba» (Juan 13:23).
Jesús tenía la reputación de ser BUENO y CUIDAR DE LOS DEMÁS. A menudo sanaba para que la gente pudiera saber quién era. Verdaderamente demostró ser el Hijo del Dios viviente por todos los milagros que hizo, a la vez que se preocupaba por las aflicciones de los que le rodeaban.
Jesús era HONESTO y VERDADERO. Nunca violó su propia palabra. Hablaba con la verdad donde quiera que fuera. Vivió una vida que nosotros claramente podríamos seguir. Jesús dijo, «Yo soy el camino, y la verdad y la vida». (Juan 14:6).
Además, era un hombre PACÍFICO. No argumentó Su juicio, ni trató de imponer Su voluntad en los corazones de la gente.
Jesús era muy CERCANO a Sus seguidores. Pasó tiempo de calidad y cantidad con ellos. Deseaba su compañerismo, les enseñó y les ayudó a centrarse en lo que era eterno.
También tenía intimidad con Su Padre celestial. Oraba a Él regularmente, escuchaba, obedecía y le interesaba la opinión de Dios.
Cuando Jesús vio a los cambistas que se aprovechaban de los adoradores, los expulsó. Dijo: «Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» (Lucas 19:46).
Jesús era un LÍDER FUERTE pero manso. Dondequiera que iba (hasta el lugar más impensable), la gente lo seguía, deseosa de escuchar Sus enseñanzas. La gente se asombraba de la AUTORIDAD con la que hablaba Jesús (Marcos 1:27-28; Mateo 7:28-29).
Jesús era PACIENTE, sabiendo y entendiendo nuestras debilidades. Varias veces en los Evangelios, Jesús expresó Su paciencia frente a nuestras incrédulas actitudes (Mateo 8:26; Marcos 9:19; Juan 14:9; cf. 2 Pedro 3:9).
Filipenses 2:1-11 es un valioso resumen de cómo era Jesús y cómo deberíamos imitarlo:
1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia
2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
FUENTE: gotquestions.org
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