En la vida cristiana, los amigos desempeñan un papel fundamental. Son aquellos que, en medio del dolor, la incertidumbre o la soledad, pueden extender una palabra de consuelo, una mirada de comprensión o una mano de apoyo. Ejemplos bíblicos como Barzillai, quien consoló al rey David en su huida o las amigas de la hija de Jefté que la acompañaron en su tristeza, nos enseñan que una verdadera amistad puede ser bálsamo en tiempos difíciles.
«Los justos dan buenos consejos a sus amigos; los perversos los llevan por mal camino.» Proverbios 12:26 (NTV)
Sin embargo, no toda amistad edifica. La Escritura advierte que un amigo también puede desviarnos del camino correcto. Jonadab, por ejemplo, dio un consejo perverso a Amnón que lo llevó al pecado (2 Samuel 13:1-6). Incluso los amigos bien intencionados pueden ofrecer un consuelo equivocado, como ocurrió con los amigos de Job, quienes, en lugar de aliviar su dolor, aumentaron su carga (Job 2:11-13; 42:7-9). Por eso, es vital discernir quiénes son verdaderamente nuestros amigos.
La Biblia proporciona principios claros sobre cómo debe ser un verdadero amigo. El libro de Proverbios destaca que un buen amigo ama en todo momento (Proverbios 17:17), da consejos sinceros que alegran el corazón, corrige con amor y evita los chismes. También se distingue por su lealtad, su capacidad de perdonar y su disposición para ayudar en tiempos difíciles.
Así como se nos llama a valorar las buenas amistades, también se nos exhorta a evitar las malas. No debemos hacernos amigos de personas iracundas o de aquellos que incitan al pecado. La amistad con los impíos puede arrastrarnos lejos del propósito de Dios. Como lo afirmó el apóstol Pablo:
“Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33).
Por encima de todo, la Biblia nos revela al mejor amigo que podemos tener: Jesucristo. Él mismo nos llama amigos y nos demostró el mayor amor al entregar Su vida por nosotros (Juan 15:13-15). Su amistad no cambia, no falla y no traiciona. En Él encontramos el modelo perfecto de amor, fidelidad y compañía.
Elegir bien a nuestros amigos es una decisión espiritual. Una buena amistad puede llevarnos a crecer, madurar y permanecer en el camino de Dios. Una mala amistad, por el contrario, puede alejarnos de Su voluntad. Que busquemos amistades que reflejen el carácter de Cristo, y que nosotros mismos aprendamos a ser ese tipo de amigo para los demás.
Del escritorio de Toby Jr.
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