¡La incomodidad de la hipocresía!

Nada más incómodo que fingir. Muchos de nosotros fingimos cosas que no sentimos, la más común, a mi manera de pensar, es el interés en algo que realmente no me interesa escuchar ni conocer; esto me sucede cuando gente llega a la oficina a ofrecer negocios con relación a la Iglesia, creyendo que la iglesia en un lugar de negocio cuando la Biblia nos recuerda lo que Jesús dijo; “Mi casa, casa de oración será llamada”.

 

Estas personas llegan ya con proyecciones de inversión y ganancia, y muchos tienen el descaro de ofrecer hasta comisiones bajo la mesa para cerrar algún trato en especial, y es en ese momento donde me pongo hipócrita para con la propuesta y para con ellos intentando no ofender a nadie con las locuras que tengo que escuchar de estos negociantes y no necesariamente hermanos en la Fe.

 

La hipocresía religiosa es aún peor, esa es la más peligrosa, es esa que se hace presente cuando oras en público o cuando das testimonio de lo recibido de parte de Dios; son esas lágrimas de cocodrilo que salen de tus ojos, pero no de tu alma. Esa es la hipocresía más peligrosa, la que tú crees que te posiciona ante Dios cuando en realidad estamos haciendo el ridículo delante de los hombres y la congregación, pero lo más grave de esto es que nosotros llegamos a creer que esto es verdad; creemos que tenemos la habilidad de poder engañar a Dios con nuestros actos y palabras.

 

“Hipócritas”, les dijo Jesús a unos religiosos, con esto Él aclaraba que sí conoce lo que somos y pensamos, Él sí conoce las profundidades de nuestro corazón y espíritu; lo mejor sería dejar a un lado la hipocresía e intentar ser transparentes para con Dios y los hombres. Dejar de ser hipócrita es dejar de fingir, dejar de ser hipócrita es dejar de mentir, dejar de ser hipócrita es dejar de engañar; en otras palabras, dejar de ser hipócritas es ser lo que realmente somos sin temor de ser rechazados por los demás.

 

Seamos honestos, la hipocresía incomoda, es un tropezadero diario, es una condena en vida, es una maldición entre la familia y amigos; renuncia hoy a la hipocresía y descubre la bendición de ser tú mismo, descubre el amor de Dios para con todos sin necesidad de fingir ni hacer creer a nadie nada. Renunciar a la hipocresía es darnos una oportunidad de conocernos a nosotros mismos, es la oportunidad de aceptar lo que realmente somos, es lo que cada uno de nosotros necesita.

 

Te invito a que renunciemos hoy a la incómoda hipocresía del diario vivir; que a partir de hoy valoremos lo que somos sin temor, conociendo y reconociendo que Dios nos acepta tal y como somos y además nos ofrece ayuda para cambiar lo que para nosotros es imposible. No vivamos más en la oscuridad, salgamos de las tinieblas de la hipocresía a la luz verdadera que solo Dios ofrece para cada uno de nosotros.