El mito de Narciso tiene varias versiones, pero se trata siempre de un hermoso joven que se enamora de sí mismo o producto de una maldición o por la imposibilidad de amar a otra persona.
En la versión contada por Ovidio, Narciso es pretendido por varios muchachos y mujeres. Una de ellas es la ninfa Eco que, castigada por la diosa Hera, estaba condenada a hablar repitiendo las últimas palabras que oía, por lo que le costaba expresar lo que sentía.
Pero un día se oculta en un bosque y cuando Narciso pasa por el lugar, la ninfa hace ruidos, y a la pregunta del joven “¿Hay alguien aquí?”, ella responde “aquí, aquí…”. Luego se aparece ante él con los brazos abiertos en clara señal de amor, pero Narciso la rechaza y se aleja.
Dolida, la ninfa Eco se recluye en una cueva hasta que desaparece, pero queda su voz, que continúa repitiendo para siempre las últimas palabras que escucha.
La diosa de la venganza, Némesis, condena la actitud de Narciso haciendo que este se enamore de su propia imagen reflejada en un estanque.
Así fue que el joven contempla su reflejo y no puede separarse de sí mismo, hasta que muere ahogado, atraído y ciego por su propia imagen reflejada en el agua.
(Sobre Leyendas).
Las personas de hoy tenemos tanto amor propio y admiración por nosotros mismos que nos es imposible amar a los demás como a nosotros mismos, siendo este el gran mandamiento de Dios para toda su creación; el hombre esta convencido que es lo mas importante de todo la creación de Dios y por ello maltrata a la naturaleza, como también a su prójimo.
Ese excéntrico amor que mostramos a través del egoísmo, egocentrismo, no se puede negar basta con ver la redes sociales más populares para entender que estamos envilecidos con nosotros mismos y con nuestros logros personales, exhibimos cada detalle de nuestro diario vivir como si fueran obligaciones o tareas diarias. Ya no viajamos por la cultura amor, viajamos para tomar la mejor selfie y demostrar nuestro poder adquisitivo o capacidad financiera.
Nos amamos tanto que no podemos amar a nadie mas, estamos tan interesados en nosotros que nos es imposible interesarnos por otros a pesar de su gran necesidad; los resultados serán notorios en pocos años, muchos terminaremos solos y abandonados tomando en cuenta la ley de la siembra y la cosecha, descrita por el mismo Jesús en los Evangelios.
No cometamos los errores del pasado, no repitamos las historias de la mitología Griega, huyamos del narcisismo y amemos al prójimo como Dios lo menos en su palabra la Biblia.
Evitemos caer en el narcisismo del siglo XXI.